El Río Tampaón en San Luis Potosí
El río Tampaón, conocido en su parte alta como río Santa María, llama la atención por su inigualable colorido azul turquesa, rodeado de piedra caliza y frondosa vegetación.
Para llegar hasta él tomamos la carretera núm. 70, y en la desviación de El Saúz, situada aproximadamente a 35 km de Ciudad Valles, continuamos por un camino de terracería de aproximadamente 40 km para encontrar el río Gallinas.
Seguimos su curso a pie y en algunos tramos donde se forman pozas fue imposible resistirnos a nadar. En ocasiones, la ribera permite apreciar formaciones de piedras y cuevas debajo del agua.
Tras la breve caminata llegamos a un lugar donde el río se desploma desde 105 m de altura y origina la estruendosa y bellísima cascada de Tamul. El agua cae en medio de una cañada, entre dos enormes taludes cubiertos de follaje. El panorama que se observa desde arriba bien vale la pena el viaje.
Bajamos los 105 m de altura por las piedras, aunque también es posible repelear con cuerdas de seguridad. Llegamos al río Tampaón y brincamos en él para cruzar a nado la cascada. Pudimos hacerlo porque la caída de agua no es demasiado fuerte, de lo contrario se estrellaría contra el talud de enfrente y el paso sería imposible.
La otra opción para llegar a este punto es salir de Ciudad Valles por la carretera 70. A unos 30 km aparece el entronque a Tanchamchin. Se recorren 18 km de terracería, seguidos de una caminata corta de 500 m para encontrar la rivera del Tampaón. Allí se alquilan unos cayucos para trasladarse río arriba. El tiempo aproximado de Ciudad Valles a Tanchanchin son sesenta minutos. El trayecto en cayuco dura dos horas.
Después de admirar la cascada de Tamul, comenzamos el descenso. Nos detuvimos en la cueva del Agua: una fosa transparente, con profundidad superior a los ocho metros, ideal para aventarse unos clavados. De ella surgen pequeñas cascadas con aguas cristalinas que alimentan al río Santa María.
En Tanchanchin, punto medio del paseo, saboreamos una tortas que llevábamos preparadas. El recorrido hasta aquí puede realizarse tanto en balsas como en cayucos.
El trayecto de Tanchanchin a Puente de Dios toma como mínimo cuatro horas y debe llevarse a cabo en balsas chicas, porque algunos tramos son estrechos, de unos seis metros, con rápidos algo fuertes.
El río Tampaón, a partir de la cascada de Tamul, tiene rápidos que se clasifican en clases II y III.
El paseo es entretenido y emocionante por la combinación de rápidos con largos remansos. El paisaje es sublime, se navega a través de un estrecho cañón con árboles repletos de pericos. Si se detiene la balsa en los remansos, es tangible la inmensa tranquilidad que nos rodea, acompañada tan sólo del canto de las aves y de las voces de los pescadores. En cierto momento, los cayucos se confunden con rocas del mismo color.
Cuando se volteó una de las balsas y sus ocupantes cayeron al agua, nos reímos mucho. En seguida les lanzamos cuerdas para ayudarlos a salir. También hicimos ejercicio al portear uno de los rápidos,, ya que un tronco estaba atravesado en el agua e impedía el paso. Esto es sumamente peligros porque te puedes atorar debajo del tronco. Nos vimos obligados a bajar de las balsas para jalarlo con cuerdas. Con el pretexto de fotografiarlo, no pude ayudar mucho.
Al descender, hay un punto donde parece que el río llega a su fin; en realidad es que el agua toma un cauce subterráneo, de unos 15 m, y forma lo que se conoce como el Puente de Dios. Es una especie de alberca gigante, de más o menos 100 m de ancho, con aguas tranquilas. La orilla es ideal para acampar, porque el suelo es de arena y la vista magnífica.
La última parte de esta aventura fueron las cascadas de Micos, cuyo nombre se debe a los changos pequeños de cola larga que las habitaban.
El lugar está formado por varias cataratas de diferentes alturas, la más alta de diez metros; entre ellas existen pocetas de aguas apacibles.
Algunos integrantes del grupo llevaban kayacs y se deslizaban en ellos por las cascadas. Los demás nos divertíamos viéndolos aventurarse, como si fuera un gran parque de recreo acuático. Para seguirlos teníamos que brincar y nadar hacia la siguiente caída de agua, para saltarla a su vez.
De Ciudad Valles a las cascadas de Micos se hacen alrededor de veinte minutos: están a 8 kilómetros por la carretera que va a San Luis Potosí, más 18 kilómetros de terracería.
Desafortunadamente, después de gozar de las bellezas naturales de la Huasteca potosina el viaje llegó a su fin, no sin antes disfrutar de la amabilidad y cordialidad de sus habitantes y saborear su deliciosa cocina, donde abunda la cecina, las enchiladas y el tradicional zacahil. Este es un tamal elaborado con maíz quebrado y diferentes tipos de chile. Se rellena con carne de puerco, se envuelve en hojas de plátano y se cuece de diez a doce horas en un horno de barro. Aun el más pequeño zacahuil alcanza para 30 comensales. Existen tamales de una sola pieza para 100 y hasta 15 personas.
También en Ciudad Valles escuchamos el huapango o son huasteco, representativo de la región, interpretando por un trío compuesto por violín, jarana pequeña y guitarra de cinco cuerdas, y probamos la bebida del jobito que se prepara del jobo, fruta dulce con la consistencia de la ciruela.
No cabe duda que con este recorrido por la Huasteca potosina conocimos una bonita parte de este grandioso y bello estado. (Texto de México Desconocido)
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